
Todo comenzó en un viaje a la sierra de Coyuca de Catalán. Invitados por un conocido, visitamos una pequeña fábrica de mezcal y ahí conocimos a Don Juan, un maestro mezcalero de rostro curtido, pero con la energía de alguien joven.
Entre risas y asombro, nos confesó: “el mezcal me habla”. Al principio lo tomamos como una broma, hasta que nos mostró su secreto: al acercarse a las tinas de fermentación, escuchaba cómo el agave se expresaba con sonidos sutiles. Esa “voz” le decía si ya era momento de destilar o si debía esperar un poco más.
En ese instante comprendimos que el mezcal no es solo una bebida. Es un ser vivo con alma, esencia e historia propia. Así nació nuestra pasión por compartir con el mundo un destilado auténtico, lleno de tradición y espíritu: Mezcal La Joya de Tierra Caliente.